El Museo de los Marineros

 

Hace algunas semanas, asistimos a la inauguración del Museo de los Marineros, proyecto que habilita el reconstruido faro de Benicarló como espacio cultural. El Museo de los Marineros es, en concepto, una iniciativa que se vende como una forma de homenajear al sector pesquero, primordial en nuestra sociedad. No podemos más que compartir un propósito tan loable y justo. Muchas personas han aportado no solamente objetos y material de valor etnológico, sino también sus vivencias, y es por ello que merecen el mejor lugar posible para que se de a conocer este patrimonio de valor incalculable.

 

Pero, lamentablemente, quien se haya encargado de “pensar” el Museo de los Marineros ha olvidado muchos aspectos fundamentales y ha convertido lo que podría ser un atractivo turístico y cultural en un proyecto museístico desacertado, estéril, limitado y anticuado. Por ejemplo, el museo carece de indicaciones que anuncien su existencia, pues no hay una sola señal que indique a los posibles visitantes que, oculto tras la vegetación, hay un edificio llamado museo. Pero aún más grave es que ni siquiera en el propio edificio o en sus inmediaciones hay letra alguna que diga que aquello es un museo, o un restaurante, o un chalet: aún estando uno frente al mismo museo, es posible no darse cuenta de que aquel lugar es digno de interés, pues es más fácil verlo en facebook que desde la acera de enfrente. En cuanto a las indicaciones que muestran el horario o la entrada, dos folios de papel plastificados y pegados al muro, escritos solo en castellano, son la única rotulación exterior. ¿Se puede tener menos sentido común? El visitante, una vez ha descubierto por dónde se accede a aquel misterioso edificio, es recibido por la desangelada plaza que sirve de entrada a las exiguas visitas con un panorama desolador: ni un banco, ni una sombra, ni una maceta, ni una barca antigua, o un ancla, una escultura... solamente cemento y maleza. En el interior, objetos expuestos casi directamente en el suelo y pequeñas pantallas de televisión, una de de las cuales ya ni siquiera funciona. A propósito, no hay rastro del famoso proyector, supuesto culpable del retraso de la inauguración según afirmó la alcaldesa, Xaro Miralles, desde la presidencia del Pleno. En cuanto a la mampara que divide la estancia en dos convirtiendo el espacio en un laberinto de ratones, es algo que escapa a cualquier lógica. En definitiva, otra obra con la firma de un equipo de gobierno responsable de cuestionables éxitos como la plaza de la estación o el parque saludable de la plaza Constitución... si es que los terminan algún día. Afortunadamente, los errores del nuevo museo tienen fácil solución, pues bastaría con un mínimo de autocrítica para corregir estos fallos: los benicarlandos merecen un buen museo con el que honrar a sus marineros.